Los efectos del LSD son impredecibles. Dependen de la cantidad que se consuma, el estado de ánimo del individuo y su personalidad, así como el entorno en el que se consuma la droga. Es como un juego de dados: un viaje acelerado y distorsionado o un serio y paranoico1bajón.
Normalmente, los primeros efectos del LSD se experimentan de 30 a 90 minutos después de consumir la droga. A menudo, las pupilas se dilatan. La temperatura corporal puede subir o bajar, mientras aumentan o disminuyen la presión sanguínea y el ritmo cardíaco. Es común sudar o tener escalofríos.
Los consumidores de LSD a menudo experimentan pérdida de apetito, insomnio, sequedad en la boca y temblores. Los cambios visuales están entre los efectos más comunes: el consumidor puede llegar a estar fijado en la intensidad de ciertos colores.
También se experimentan cambios de humor extremos, desde una “felicidad” desconectada de la realidad hasta un intenso terror. Lo peor es que quienes consumen LSD no pueden distinguir entre qué sensaciones están creadas por esta droga y cuáles son parte de la realidad.
Algunos consumidores de LSD experimentan una intensa felicidad que confunden con la “iluminación”.
No solo se desligan de sus actividades normales en la vida, sino que también sienten la necesidad de consumir más drogas para re-experimentar la misma sensación. Otros experimentan fuertes pensamientos y sentimientos aterradores, miedo de perder el control, miedo a la demencia y a la muerte, y desesperación mientras usan LSD. Una vez que comienza, no hay manera de parar un “mal viaje”, el cual puede durar hasta 12 horas. De hecho, alguna gente nunca se recupera de una psicosis inducida por el ácido.
Si se toma en una dosis suficientemente grande, el LSD produce delirio y alucinaciones. El sentido del tiempo del consumidor y sobre sí mismo cambia. El tamaño y la forma de los objetos se distorsionan, al igual que los movimientos, colores y sonidos. Incluso el sentido propio del tacto y las sensaciones normales del cuerpo se convierten en algo raro y extraño. Puede parecer que las sensaciones “se cruzan”, dando al consumidor la impresión de escuchar colores y ver sonidos. Estos cambios pueden ser aterradores y causar pánico.
Se ve afectada la capacidad de formarse un criterio sensato y de ver los peligros comunes. Un consumidor de LSD podría tratar de saltar de una ventana para “ver de cerca” el suelo. Podría considerar divertido admirar la puesta del sol, sin darse cuenta que está en mitad de un cruce con mucho tráfico.
Muchos consumidores de LSD experimentan escenas retrospectivas, o la recurrencia del viaje del LSD, a menudo de manera imprevista, mucho después de haberlo tomado.
Los viajes malos y las escenas retrospectivas son solamente parte de los riesgos del consumo del LSD. Los consumidores de LSD pueden manifestar, relativamente, psicosis de larga duración o depresión grave.
Debido a que el LSD se acumula en el cuerpo, los consumidores desarrollan una tolerancia a la droga. En otras palabras, algunos consumidores habituales tienen que tomarla en dosis cada vez mayores para lograr un “viaje”. Esto agrava los efectos físicos e incrementa el riesgo de tener un mal viaje que resulte en psicosis.
“A los 13 años tomé mi primera bebida y poco después conocí la marihuana. Entonces el LSD rápidamente cayó en mis manos y me convertí en adicta, consumiéndolo como si fuera un dulce.
“Una noche durante una de mis juergas perdí el conocimiento y me desperté con sangre en toda la cara y el vómito me salía de la boca. Por algún milagro me desperté y me limpié. Subí al coche, temblando, y conduje hasta la casa de mis padres. Me metí en la cama con mi madre y me puse a llorar.
“Para cuando tenía 21 años, inicié mi primer programa de rehabilitación”. –Diana