La mayor parte de éstos, producen efectos similares a los anestésicos, que hacen más lentas las funciones del cuerpo. Después de un viaje inicial y de la pérdida de la inhibición viene somnolencia, mareos y agitación.
Los productos químicos se absorben rápidamente a través de los pulmones hacia el torrente sanguíneo y alcanzan rápidamente el cerebro y otros órganos, causando a veces daño físico y mental irreversible.
Los consumidores inhalan los vapores químicos directamente de recipientes abiertos (“inhalar”) o respiran los vapores de trapos bañados en productos químicos (“aspirar”). Algunos rocían las sustancias directamente dentro de su nariz o la boca, o la vierten en su cuello, mangas o puños y la inhalan periódicamente. En el “bolseo”, el consumidor puede inhalar vapores de sustancias dentro de una bolsa de plástico o de papel. Bolsear en un área cerrada aumenta grandemente las posibilidades de asfixia.
Los “poppers” y los “whippets”, que se venden en conciertos y discotecas están compuestos de productos químicos venenosos que pueden dañar permanentemente el cuerpo y el cerebro.